Decadencias
La dama vuelta zorro.
Nunca como en esta novela corta parece venir tan a pelo la idea eliotiana del “minor poet”, extendiéndola a escritor. “Lady into Fox” es un clásico menor de la narrativa inglesa más moderna, es decir, la que creció entorno al ya archifamoso “grupo de Bloomsbury”. Su autor, David Garnett (1892- 1981) apenas había publicado nada cuando en 1922 salió “Lady into Fox” convenientemente traducida en el edición española de Periférica como “La dama que se transformó en zorro”, porque aunque la dama en cuestión, Silvia, se transforma de acuerdo con su sexo en un zorro hembra, donde el inglés no presenta problemas, sería un escollo insalvable y erróneo decir “se transformó en zorra” ¿no? En el aristocrático campo inglés, a fines del XIX, la elegante señora Tebrick se transforma en zorro y aunque muy consternado inicialmente por el fenómeno, su esposo (y su antigua niñera) tratan deconvivir con el fenómeno, incluso vistiendo y perfumando al animal, que los reconoce, hasta que este –el zorro hembra- poco a poco va entrando en su condición animal y pide la libertad de los campos y su vida libre… La mujer vuelta zorro (como en las “Metamorfosis” ovidianas) halla su profundo ser en la animalidad que no ha olvidado lo humano, como el señor Tebrick es más feliz cuando se animaliza un poco siguiendo por el campo a su zorro Silvia y a su camada zorruna… Al final la matan los perros cazadores –como él temía- pero el animal corre a los brazos del hombre y en el lamento final, el aullido del zorro se mezcla con el grito final de una mujer. El texto (con muchos niveles de significación, una pequeña obra maestra) le encantaría seguro al poeta Ted Hughes que tanto creyó en transformaciones y tradujo a Ovidio…
El libro ha sido llevado al teatro y aún al ballet, y como digo lo merece. Aunque escribió bastante más y nunca dejó de ser un autor refinado, “Lady into Fox” es acaso el mejor David Garnett, nieto de un sabio erudito y culto narrador victoriano, Richard Garnett cuyos cuentos (“El crepúsculo de los dioses”) fascinaron con razón a Borges. Homosexual enun coto cerrado que lo permitía, David Garnett fue desde muy joven pareja sentimental de Duncan Grant, el gran pintor homoerótico de Bloomsbury. Ambos se declararon objetores de conciencia y evitaron la 1ª Guerra Mundial. Afecto también a las transformaciones, Duncan terminó casándose con Vanessa Bell, hermana de Virginia Woolf, a la que gustaban los hombres “distintos”. Tuvieron una hija, Angélica, que terminaría casándose a su vez (26 años más joven) con el antiguo novio de su padre, o sea, con nuestro David Garnett, que decía haber estadoenamorado de ella desde la cuna… Como vemos las transformaciones no cesaron, ya que ese es uno de los planos del relato: todos debemos transformarnos para alcanzar la plenitud de nuestro ser, incluso si al zorro hembra lo llamas inicialmente “¡Gatita!”. Todos somos Richard Tebrick o Silvia. Sin embargo el encanto de esta novela corta, que sorprende y obliga a pensar es que se lee, a la vez, como un relato amenísimo…
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